Cómo consecuencia de una desacertada política energética, Europa se ha hecho altamente dependiente de los combustibles generados fuera del ámbito territorial de los 27 países que la conforman.

Lo que parecía una iniciativa de concientización climática que abogaba por las energías verdes y renovables, resulto ser cuando menos «insuficiente» y estratégicamente desacertada.

Incapaces de conseguir implantar un parque energético «verde», autosuficiente y estable, Europa «renunciaba» a la explotación de sus recursos minerales, mientras incrementaba su consumo de gas «importado», como si esté por su origen extra europeo contaminase menos que el gas bajo su propio suelo.

La necesaria pretensión ecologista y conservacionista de ser energéticamente independientes pero climáticamente responsables, parece estar aún a más de un lustro o quizá una década.

Mientras tanto, Genuflexa: Europa tiene que continuar «importando» la inflación inducida desde sus proveedores energéticos, transformando el poco recordado fenómeno de la inflación en una metástasis que ha contaminado la medula del sistema productivo Europeo.

Así, sus ciudadanos y residentes, continúan soportando -una vez más- la carga, que por efecto de la mala gestión de sus gobiernos, diluye progresivamente la capacidad de acumulación e inversión, presionando en algunos casos hasta el umbral de la supervivencia.

De forma tal, que será la responsabilidad individual de casa ciudadano, determinar las mejores decisiones para procurar disminuir el impacto erosivo de la la inflación o incluso llegar a sacar provecho de ella mediante estrategias de «Capitalización» en las desviaciones en los precios